viernes, 28 de agosto de 2009

Río Tinto

Recientemente he publicado en el apartado de Galerías un artículo sobre Río Tinto, en ese artículo hago referencia a los detalles de la salida, a la convivencia, a los avatares propios de nuestra actividad respecto de la fotografía, etc. pero lógicamente no pueden subirse todas la fotos que uno quisiera ni tampoco ahondar en todos los temas y apartados que surgen en salidas tan prolijas, ahora bien, sí haciendo uso de los distintos blogs que tengo en forma de páginas, pues por medio de otros artículos como éste en este caso, publicar el resto de imágenes que de alguna forma llegan a reflejar la variopinta diversidad del entorno, sus encantos y sus rarezas que le hacen aún más enigmático e interesante.

De las fotos que se han podido medio salvar de “la quema”, ya que una vez se empieza a descartar imágenes, bien por su poca calidad, bien por su poco interés gráfico, etc., pues van quedando tan sólo aquellas que tienen algún punto de interés, sea por su ilustración a nivel de mostrar algún detalle de la zona, o por mostrar esos contrastes, coloridos y escenas un tanto surrealistas que allí podemos encontrar. Estas imágenes, como digo, también han quedado un poco apartadas de ese grupo de las escogidas para mostrar los encantos antes descritos y que se publicaron en anteriores artículos, tanto en estos blogs como en el de Intersocios de los blogs de Afonama, asociación a la que pertenezco.

Así que sin más retórica ni rollos, subiré aquí algunas de “las descolgadas” y alguna otra que aunque repetida de anteriores artículos, siguen siendo referente del reportaje que realizamos en la Minas de Río Tinto y el propio río en su recorrido por Berrocal.

Desde luego que en toda la zona, desde el pueblo de Río Tinto, pasando por Nerva, El Madroño, Berrocal, etc., y llegando incluso hasta Niebla, hay multitud de espacios donde poder hacer bastantes fotografías que dependiendo del momento de luz, amanecer u ocaso, se consiguen tonos y detalles de autentica impresión.

Espero que después de esta primera vez, y ya conociendo un poco más la zona, en posteriores salidas consigamos fotos de verdadera calidad tanto de composición como de iluminación.

martes, 18 de agosto de 2009

Encuadre, perspectiva, composición

Encuadre, perspectiva, composición, estos puntos de vista; así como muchos otros, siempre relativos al trabajo con las imágenes son lo que hacen que cada una de las tomas que realizamos difieran entre sí dando una información, un realce y que a su vez transmitan visiones muy distintas de lo que en unas u otras se puede llegar a captar.

Repasando unas fotos que hice a una pequeña cascada en el Área Recreativa de La Fuensanta, Parque Natural de Sierra de las Nieves, encontré precisamente dos fotos que hice y que recuerdo perfectamente que la intensión fue captar distintas formas de ver y entender la interpretación de ese marco que ofrecía dicha cascada. En una primera imagen intenté captar la típica foto que suele ser agradable, simple, relajante y que muestra esa sedosidad del agua al captarla a velocidad lenta y un encuadre un poco rebuscado de ese tronco viejo, de corteza rugosa y musgo verde tras el que se veía el arco formado por las ramas de una vieja higuera y en ese encuadre la cascada propiamente dicha. Esta imagen puede resultar, dentro de su repetitiva composición, pues interesante.

Pero ahora vamos con la siguiente toma que realice, y que en más de una ocasión suelo hacer, se trata de la misma cascada, pero con un encuadre distinto, más directo a la propia cascada, con una perspectiva más dura, tan sólo marcada por ese punto que separa la profundidad desde la vista del primer plano de la higuera y el salto de la cascada. En este caso la velocidad de obturación aumenta para congelar un poco el movimiento del agua y así mostrarla en su movimiento más natural y bravío. Esto puede dar como resultado una foto más fría, menos relajante, algo menos agradable y un tanto “vacía”, pero sin embargo no siempre coincidimos todos en nuestros gustos, en nuestra forma de ver y apreciar lo que transmite una imagen, seguro que hay quien ve una con una visión indiferente mientras que la otra le hace fijarse, intentar encontrar algo en ella, y le resulta más atractiva que la otra.

Puntos de vista que no siempre son coincidentes, formas de entender nuestro entorno y lo que transmite. En casi todos mis artículos en los que hago referencia precisamente a estos asuntos de las divergencias entre el entendimiento y los gustos, digo que la imagen, como todo en esta vida, queda a juicio del espectador y él es quien dirá cual es la buena o la mala, según su criterio.

Para mi tan buena son una como la otra, independientemente de que las dos en sí, como trabajo de fotografía pueda dejar mucho que desear.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Higos Chumbos

Estamos inmersos en pleno verano. Vacaciones, playas, ríos, deporte al aire libre, visitas a museos y un largo etc. de actividades y dedicación a aquello que a causa de la rutina diaria, trabajo, formación, etc., pues en otros momentos, la mayoría no puede hacer.

En esta estación, deseada por algunos, odiada por otros, sí, odiada, ya que no a todos ni les sienta bien el calor, ni lo desean, aun siendo cierto que esto ocurre exactamente igual con el frio. Es difícil encontrar el punto medio. Pero dejando de lado los gustos, preferencias y otras chorradas que normalmente nos hacen andar dándole a la “sin hueso” más de la cuenta, el verano, como en otras estaciones, tiene sus detalles, sus frutos, sus encantos, y unos de esos encantos son los chumbos, conocidos también por estas latitudes como Higos Chumbos, una fruta que al igual que ocurre con lo anteriormente relatado y tantas y tantas cosas de esta nuestra vida, pues tiene sus admiradores y detractores.

Da la casualidad que a este que suscribe esta deliciosa e interesante fruta, le vuelve loco. Desde que era niño, mi madre le pedía a uno de aquellos hombres de campo que pasaba por el barrio con un mulo cargado de chumbos que fuese partiendo hasta que me hartara, el pobre hombre lo primero que expresaba era, ¡¡¡señora que el niño se va a “atascar”!!!, pero el “ceporro” de niño, se comía medio serón de chumbos, y no se comía más porque mi madre corría el peligro de entrar en “bancarrota”. Existe una creencia muy arraigada de que si te das un atracón de chumbos pues como que el asunto del estreñimiento se puede convertir en tu pesadilla y puedes pasarte unos cuantos días maldiciendo a todo cuanto se menea.

En mi caso, no sé si se tratará de algún extraño comportamiento de mi organismo, pero puedo zamparme algunas decenas de chumbos con toda la tranquilidad que ni me inmuto, concretamente, refiero en bastantes ocasiones este hecho y además de alguna que otra anécdota, como la de hace algunos años cuando me despaché 119 de una sentada, sí, ciento diecinueve.

En fin, por esa pasión por los chumbos y porque es cierto que en los últimos años a penas si voy en busca de ellos, esta vez en compañía del marido de mi sobrina, nos fuimos a dar una vuelta y coger algunos. Aquí dejo una foto de unos pocos que partí sólo para el recuerdo.