Estamos inmersos en pleno verano. Vacaciones, playas, ríos, deporte al aire libre, visitas a museos y un largo etc. de actividades y dedicación a aquello que a causa de la rutina diaria, trabajo, formación, etc., pues en otros momentos, la mayoría no puede hacer.
En esta estación, deseada por algunos, odiada por otros, sí, odiada, ya que no a todos ni les sienta bien el calor, ni lo desean, aun siendo cierto que esto ocurre exactamente igual con el frio. Es difícil encontrar el punto medio. Pero dejando de lado los gustos, preferencias y otras chorradas que normalmente nos hacen andar dándole a la “sin hueso” más de la cuenta, el verano, como en otras estaciones, tiene sus detalles, sus frutos, sus encantos, y unos de esos encantos son los chumbos, conocidos también por estas latitudes como Higos Chumbos, una fruta que al igual que ocurre con lo anteriormente relatado y tantas y tantas cosas de esta nuestra vida, pues tiene sus admiradores y detractores.
Da la casualidad que a este que suscribe esta deliciosa e interesante fruta, le vuelve loco. Desde que era niño, mi madre le pedía a uno de aquellos hombres de campo que pasaba por el barrio con un mulo cargado de chumbos que fuese partiendo hasta que me hartara, el pobre hombre lo primero que expresaba era, ¡¡¡señora que el niño se va a “atascar”!!!, pero el “ceporro” de niño, se comía medio serón de chumbos, y no se comía más porque mi madre corría el peligro de entrar en “bancarrota”. Existe una creencia muy arraigada de que si te das un atracón de chumbos pues como que el asunto del estreñimiento se puede convertir en tu pesadilla y puedes pasarte unos cuantos días maldiciendo a todo cuanto se menea.
En mi caso, no sé si se tratará de algún extraño comportamiento de mi organismo, pero puedo zamparme algunas decenas de chumbos con toda la tranquilidad que ni me inmuto, concretamente, refiero en bastantes ocasiones este hecho y además de alguna que otra anécdota, como la de hace algunos años cuando me despaché 119 de una sentada, sí, ciento diecinueve.
En fin, por esa pasión por los chumbos y porque es cierto que en los últimos años a penas si voy en busca de ellos, esta vez en compañía del marido de mi sobrina, nos fuimos a dar una vuelta y coger algunos. Aquí dejo una foto de unos pocos que partí sólo para el recuerdo.
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